"DE SOLDADO A MARQUES"
En la imaginaria vitrina de los grandes cracks que forjara PLATENSE, emerge
como pocos un apellido ilustre, al que nunca calamar alguno deberá olvidar.
“RUBEN H. SOSA”
Comenzaba el año 1956 y PLATENSE era un verdadero
desconsuelo. Aquella última presentación de 1955 en cancha de Independiente,
donde a las 12 del mediodía se decretaba el fatídico primer descenso de la
historia, había calado muy profundo en el sentimiento de quienes por esos
tiempos, no conocíamos la desazón de la perdida de la categoría. Chicos
llorosos, mayores tristes y apesadumbrados y un Club que debía afrontar lo que
siempre nos pareciera lejano. El Porvenir, San Telmo, Excursionistas, Almagro y
otros clásicos del ascenso sabatino, serían nuestros rivales a enfrentar. Por
largos meses, recordamos a Chingolo, Chuchita y Severo (maestranzas del club)
como debajo de la platea central sobre Cramer, y las tribunas oficiales, debían
recoger aquéllos destruidos carnés sociales, que insólitamente una gran mayoría
enceguecida revoleaba por los aires, ante tremenda afrenta.
Pero los días pasaban y aquel debut en la
nueva y denigrante categoría, ameritaba la reconstrucción de un equipo que rápidamente
nos volviera al sitial perdido. No fue fácil, arcas vacías, y una renovación de
un plantel diezmado en su casi totalidad. Llegaron jugadores de equipos de
primera división y se debió apelar a los pibes que desde la reserva mostraban
condiciones para asumir tremenda responsabilidad. Los Hnos Doval, Piotti, Pando
y un tal RUBEN HECTOR SOSA. (Había ingresado a las inferiores en 1953)
Este era un pibe del barrio, que había
llegado a Coghlan desde Las Parejas, en la Pcia. de Santa Fe, donde naciera, el 14 de Noviembre de 1936.
Su afincamiento desde niño en la calle
Melían al 3200, quiso que se transformara en uno de los pibes “Del Tabano” en
su vieja sede, y por ende vecino del Polaco Goyeneche, quien al hablar de su
PLATENSE, no escatimaba elogios, donde hubiera una tertulia. “Hay un pibe que
tiene pasta de crack”. “Se llama Sosa” predecía
orgulloso aquel también joven colectivero, entre sus mezclas de charlas y canturreos.
El pibe SOSA, rápidamente se pone la pilcha de la primera
con el N°10 en la espalda. Debutó en Junín ante Sarmiento. Eran los comienzos
de 1956, y ya se había metido en el corazón de todo hincha calamar. Rubén era
un chico sumiso, de aire tristón, aunque feliz en los campos de juego. La pelota era su
chiche, que conectada a su sapiencia en el juego, hacía que hiciera que su
cabeza, centro de sus meditados pensamientos, fuera una especie de imán para,
como fuera, conectar cualquier pelota aérea para mandarla a la red o un pase
medido a un compañero ¡¡¡toma hacelo!!!.
Dijimos que este pedacito de refulgente estrellita en
formación, había calado hondo en el sentimiento de cualquier calamar y también
de los amantes del buen fútbol.
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Por ende los pibes de entonces, ya lo habíamos ubicado en
un lugar privilegiado de nuestros sentimientos. Estaba de moda en el
diccionario lunfardo el adjetivo “cholulo” y este socio cadete de entonces, se
daba el privilegio de serlo, cada día de la semana ir a ver los entrenamientos, lo
esperaba al ídolo salir del vestuario. Yo tenía 13 años y aquel que me
vislumbrara en el escaso verde césped de aquel legendario estadio, salía con
destino a su casa de Melían, con el uniforme de soldado, y su birrete en la mano derecha. Estaba haciendo la
colimba. Esta postal cotidiana, ¡¡¡ahora la estoy viendo!!!
Sigilosamente por Manuela Pedraza me acoplaba detrás, a
unos diez metros a su caminata, siguiendo al ídolo hasta Freire, donde terminaba
mi recorrido. Y así prácticamente durante los dos años (1956/57) en que perdurarara
su estada en el club, que lo formara con la mano y la sapiencia de Don Jesús Ruibal, hacedor de tantas glorias olvidadas.
En 1958, la gran desazón. ¿Cómo es
posible que Sosa se vaya a Racing? Era lógico, aún no entendía esto de las
transferencias de jugadores, ya que por aquellos tiempos, los jugadores
perduraban por años en cada Club. ¡¡¡Se sabían los equipos de memoria!!!
Pero aquello que comenzara como un rumor
de los tablones, se hizo realidad. Era cierto, y Rubén Héctor Sosa pasa a
Racing. En PLATENSE jugó solo 35 partidos en primera, marcando 19 goles, diez
de cabeza. Quizá parezcan pocos encuentros, pero yá resultaba imposible
retenerlo dado que varios clubes pugnaban por el y nuestra institución, que
comenzaba a salir del cenagoso fango, necesitaba dinero y refuerzos. De la
academia llegan Fernandez y el “turco” Balassanian, otra gran figura en la
historia de nuestra entidad. Aunque no nos queda en claro cuanto y si existió
un dinero por aquella joya vendida.
El cariño que se había gestado con
derecho propio el pibe de la calle Melían, hizo que cuando debutara en Racing
en el cilindro de Avellaneda, una nutrida cantidad de asociados del C.A.P.
asistiera al estadio a aplaudir a la ya consagrada estrella, ahora con la
blanquiceleste.
El destino y su excelencia como
futbolista hicieron que estando en Racing, fuera seleccionado para integrar la
selección nacional argentina, en el torneo mundial de CHILE 1962.
Después paso a Nacional y Cerro de
Montevideo. Luego viajó a Estados Unidos para integrar
el Boston Beacons en 1968, donde
jugó 17 partidos, anotó 7 goles. Su regreso a la Argentina lo asoció
al club Flandria de Jáuregui, junto a su ex compañero de grandes éxitos en la
academia, Pedro Mansilla. En el club canario jugó y fue técnico hasta fines de los ´80.-
Luego la vida comenzó jugarle malas
pasadas. Puso un local de venta de ropa para caballeros en Saavedra, junto a la
estación (donde hoy existe un supermercado).Pero lo suyo era el fútbol, y quizá
de quien menos lo esperaba, lo defraudó muy mal. Después una enfermedad crónica
lo privó de sus dos grandes herramientas, sus piernas. Falleció el 13 de
septiembre de 2008, a
los 71 años en el Hospital Pirovano. Sus restos
descansan en el Cementerio de Olivos.
En 2018,
ALFREDO LUIS DI SALVO para https://www.depo.com.ar/futbolargentino,
expresaba: “Mi gran
amigo Roberto Perfumo, una tarde en su casa
de la calle Ayacucho, mientras armábamos el programa radial con Silvio Marzolini, se puso a contarnos
su admiración por el Marqués Sosa.”
“En las inferiores de Racing me quedaba para
verlo jugar en la Primera, y me sorprendía cada día más. En esa época Sosa se
consagró estrella en la Academia y luego, en la Selección Argentina. Era un
cabeceador infernal e infalible. Habitualmente, arrancaba desde atrás en
posición de “10” ,
sobre la izquierda. Tenía un dribling único, su cintura era mágica y podía
sacarse la marca de tres adversarios en espacios muy reducidos, y escapaba
trotando, parecía que corría en puntas de pie. Su fantasía me llenó el ojo.
Tuve la inmensa fortuna de tenerlo de compañero, con el mismo trato cordial de
cuando lo miraba desde afuera. Recuerdo que llegaba al vestuario con traje y
corbata. Un Marqués…” Debutó en Platense,
era amigo del Polaco Goyeneche y
manejaba la armonía del fútbol. Pasó a Racing,
en su etapa más gloriosa, y volvió locos a los hinchas académicos,
“Ídolos como El Marqués no mueren
nunca, porque siempre son recordados. Han dejado un legado de excelencia,
imborrable.”
DE LA PILCHA DE COLIMBA AL TRAJE Y LA CORBATA
Coincido
con el analista deportivo Waldemar Iglesias, del diario Clarin, cuando comentó:
“No era una casualidad su apodo: a Rubén Héctor Sosa le decían ‘Marqués’ porque
parecía un integrante de la realeza volcado al campo de juego. Fino, elegante,
con la cara joven de niño bueno. Fue un talento de los grandes en la historia
del fútbol argentino”. Iba a los entrenamientos de TRAJE Y CORBATA.-
Querido Rubén, siempre estarás en la historia de PLATENSE
¡¡¡GRACIAS por todas las alegrías que me regalaste!!!
Un calamar de siempre