Convicción

"NO ME PREOCUPAN LOS GRITOS DE LOS DESHONESTOS, DE LA GENTE SIN ESCRÚPULOS Y DE LOS DELINCUENTES...MÁS, ME PREOCUPA EL SILENCIO DE LOS BUENOS" Nelson Mandela

“En la vida uno puede hacer lo que quiera, lo que no se puede es evitar las consecuencias”.

domingo, 12 de enero de 2014

AÑO IV-Nº853-Murio unaGLORIA CALAMAR

Cuando hacemos gala de conocer la historia de Platense, no lo es por una cuestión de petulancia, como muchos pueden interpretar, es que el destino, nos puso en ese lugar como segundo paso después de la cuna, y donde poder aprender cual era el significado de aquel espacio, donde nuestros mayores hacían sus tertulias.

Allí conocimos a todos, muchos ya no están en el mundo terrenal  marrón y blanco, pero si lo están, para nosotros, en el permanente recuerdo de cada día. Y conocer Platense, para todo pibe era familiarizarse con los ídolos de aquellos tiempos, que además, conformaban la gran familia hoy diezmada. ¡¡¡Porque así era Platense!!! Una familia de socios, hinchas, deportistas y vecinos que vivían y respiraban el mismo aire

Entre esos ídolos imborrables estaba Alejandro Cositorto, aquel ya viejo para nosotros los pibes, que había sido gloria en el arco calamar. “CHINGOLO”, era el canchero, el intendente, el protector, el amigo y además “el padre de otro ídolo” que había nacido en aquella casita en la entrada del estadio, perdida bajo las glicinas que engalanaban con su estética y aroma el placer de entrar al club.

El hijo de Chingolo, uno de ellos, Francisco Jose, el ídolo del juego del balón cesto, integrante de los épicos aviones, en las últimas horas, ha partido al encuentro de los tantos calamares que seguramente, ya en el cielo, lo estarán recibiendo como se lo merece toda gloria.
A los 86Años, murió Francisco José Cositorto, y el paso del tiempo inexorable, no le permitió sortear una situación que lo había alejado de la práctica de su arte en el deporte, y de sus condiciones exquisitas. Cositorto, por una agresión a un arbitro fue sancionado por la asociación de básquet a la máxima pena de 99 años de suspensión.

Por esas cosas de la vida, el destino le permitió a este socio, que hoy  reza una plegaria por el, conocerlo más en profundidad. Fue mi preceptor en la Escuela Industrial Nº 13, de Loyola y Bompland. Y allí, aquel ídolo que brillara en el polvo de ladrillo de la vieja cancha de básquet, en el centro del velódromo, se transformó en el fiel amigo y protector, que hoy nos ha dejado físicamente, pero nunca en nuestra memoria.
Los Calamaresdesiempre, le hacemos llegar nuestras condolencias a sus hijos, también, “calamares de pura cepa”