Convicción

"NO ME PREOCUPAN LOS GRITOS DE LOS DESHONESTOS, DE LA GENTE SIN ESCRÚPULOS Y DE LOS DELINCUENTES...MÁS, ME PREOCUPA EL SILENCIO DE LOS BUENOS" Nelson Mandela

“En la vida uno puede hacer lo que quiera, lo que no se puede es evitar las consecuencias”.

miércoles, 29 de agosto de 2012

AÑO II-Nº511-¡¡¡NO TODO ES LA PELOTITA!!!


Un medio de comunicación, siempre debe estar abierto a todo aquello que pueda clarificar ideas y conceptos. Este modesto medio, que si bien se dedica el quehacer calamar, también hace propicio el ilustrar sobre aquello que resulta poco claro.


Días pasados, un periodista y medico, esbozó a manera de diagnóstico una enfermedad que muchos desconocíamos. O mejor dicho, sí teníamos  conocimientos de los trastornos a que ello conlleva, pero sin saber exactamente su definición académica 



Se trata de “SÍNDROME HUBRIS”. Es una enfermedad del poder que hace estragos".

Fueron los griegos quienes acuñaron el término hubris, con el que designaban la falta más grande que podían cometer los héroes: creerse superior al resto de los mortales.

El hubris (palabra derivada del término heleno hibris) es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses.

EL SÍNDROME HUBRIS”: LA ENFERMEDAD DEL PODER

Fase 1. Una persona normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero surge una legión de incondicionales que lo felicitan y empieza a pensar que está ahí por méritos propios; recibe halagos por su belleza, inteligencia y sabiduría.

Fase 2. No le dicen "qué bien lo hace", sino que "menos mal que esta allí para solucionarlo" y, entonces, entra en la idea megalomaníaca, se cree infalible e insustituible. Comienza a realizar planes estratégicos,  y obras faraónicas...

Fase 3. Empiezan a padecer el llamado desarrollo paranoide. Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales, llega a sospechar de todo el que le haga una mínima crítica y a aislarse de la sociedad. Y, así, hasta el cese o pérdida de las elecciones, donde viene el batacazo y se desarrolla un cuadro depresivo ante una
situación que no comprende.

El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista.

El hecho de que este síndrome sea tan común en política se debe a que en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades.

Como castigo al Hubris está la Nemesis, que devuelve a la persona a la realidad a través de un fracaso.