Un
medio de comunicación, siempre debe estar abierto a todo aquello que pueda
clarificar ideas y conceptos. Este modesto medio, que si bien se dedica el
quehacer calamar, también hace propicio el ilustrar sobre aquello que resulta poco
claro.
Días
pasados, un periodista y medico, esbozó a manera de diagnóstico una enfermedad
que muchos desconocíamos. O mejor dicho, sí teníamos conocimientos
de los trastornos a que ello conlleva, pero sin saber exactamente su definición
académica
Se trata de “SÍNDROME
HUBRIS”. Es una enfermedad del poder que hace estragos".
Fueron los griegos quienes acuñaron el término
hubris, con el que designaban la falta más grande que podían cometer los
héroes: creerse superior al resto de los mortales.
El hubris (palabra derivada del término heleno
hibris) es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le
hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses.
”EL SÍNDROME HUBRIS”: LA ENFERMEDAD DEL
PODER
Fase 1. Una persona normal se mete en política y
de repente alcanza el poder o un cargo importante. Tiene un principio de duda
sobre su capacidad, pero surge una legión de incondicionales que lo felicitan y
empieza a pensar que está ahí por méritos propios; recibe halagos por su
belleza, inteligencia y sabiduría.
Fase 2. No le dicen "qué bien lo hace",
sino que "menos mal que esta allí para solucionarlo" y, entonces,
entra en la idea megalomaníaca, se cree infalible e insustituible. Comienza a
realizar planes estratégicos, y obras faraónicas...
Fase 3. Empiezan a padecer el llamado desarrollo
paranoide. Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales,
llega a sospechar de todo el que le haga una mínima crítica y a aislarse de la sociedad.
Y, así, hasta el cese o pérdida de las elecciones, donde viene el batacazo y se
desarrolla un cuadro depresivo ante una
situación que no comprende.
El poder no está en manos del más capaz, pero
quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista.
El hecho de que este síndrome sea tan común en
política se debe a que en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba
sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más
ligados a fidelidades.
Como castigo al Hubris está la Nemesis , que devuelve a la
persona a la realidad a través de un fracaso.